Gill Davies en su libro Estrategias para la construcción del catálogo menciona al editor
como una persona con saberes innatos pero que se construye mediante formación
académica y una constante actualización del entorno en que se mueve. Antes de
saltar al precipicio con tiradas enormes, autores desconocidos o nichos no
explotados, debe informarse, investigar y conocer. Precisa nutrirse de
diferentes medios para saber qué tendencias vendrán y qué necesidades del público
no están satisfechas.
El editor siempre estará obligado a asumir
riesgos y a jugársela por cantidades, autores, formatos, etc. “Dentro de las paredes de la editorial, el
editor cuida el libro, y el éxito o
el fracaso de este dependerá de la habilidad del editor para hacer su trabajo
de manera correcta y responsable”.
No solo eso, sino que el editor es una fuente
de información en sí mismo, de él surgen las ideas y por eso es fuente de
consulta: “Un editor eficaz demuestra cotidianamente que es un punto de
referencia indispensable para los demás, una fuente de información, energía y
entusiasmo”.
Para llevar a cabo este rol significativo son
necesarias herramientas que, si bien pueden ser innatas, también pueden ser
obtenidas mediante formación:
“Las cualidades requeridas de un editor son una energía excepcional, buen criterio, nervios de acero, capacidad de concentrarse en los aspectos globales y en los pequeños detalles, curiosidad acerca de todo cuanto se relaciona con la actividad editorial y buen manejo de las relaciones sociales”.
Quizá la tarea más difícil de un editor sea la admisión
y elección de originales. ¿Este autor se venderá? ¿Escribe adecuadamente para
el público al que apunta? ¿Está abordado correctamente el tema? ¿Es momento de
publicar un libro así? Estos son los primeros interrogantes, pero luego de
elegir viene la siguiente catarata de preguntas: ¿Qué formato? ¿Estará dentro
de una colección? ¿Cuál será la tirada?, ¿y los puntos de venta? ¿Cómo podemos
publicitarlo de la mejor manera?
Constantemente hay autores buscando editorial y
editores buscando autores. Para que este encuentro sea beneficioso para ambos,
aparece la figura del agente literario.
Este personaje le allana el camino tanto al autor como al editor, ya que
gracias a su profundo conocimiento del mercado y de las editoriales puede elegir
cuál es la más adecuada y lograr el mejor contrato. Además, va a controlar que
se cumplan las condiciones de plazos y forma de entrega del autor y va a
presionar a la editorial para que se distribuyan correctamente los libros en
los puntos de venta y se realicen las campañas de marketing pactadas.
Para poder realizar esta evaluación minuciosa
del mercado y no cometer grandes y graves errores, Davies asegura que es tarea
del editor conocer el mercado mediante las siguientes actividades:
+ leer publicaciones especializadas
+ contactarse con agentes literarios
+ asistir a conferencias
+ estudiar los catálogos de otras editoriales
+ leer reseñas
+ asistir a eventos literarios
+ recorrer universidades y escuelas
+ realizar investigaciones de mercado
Este bagaje cultural que debe tener el editor
lo ayudará a identificar si las propuestas que se le acercan son lógicas y
adecuadas a la línea del catálogo. Este tiene que vincularse con el lector y su
nivel. En esta parte entra en juego el mercado ya que el editor debe verificar
que para el tipo de libro que quiere publicar haya lectores, haya mercado
suficiente. Estudiar el comportamiento (de consumo) de estos lectores será clave
para conocer el tamaño y el poder de consumo del mercado.
No hay que olvidarse de mirar a la competencia,
ya que es un indicador de las tendencias y de los cambios que deben realizarse.
Hay que mirar los precios, las temáticas abordadas, los autores, las campañas
de marketing y todo lo que resulte pertinente para cada nicho.
Todos estos factores son importantes en el
mundo editorial. Casi nunca van a llegar originales que serán libros perfectos,
pero está en la inteligencia, el conocimiento y la intuición del editor hacer
que un original imperfecto sea perfecto.
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