lunes, 20 de octubre de 2014

Las ferias, el mercado y el editor

Mario Muchnik nació en Buenos Aires en 1931. Es editor e inventor junto con su padre de las famosas recetas de cocina “paso por paso”. En su libro Lo peor no son los autores, cuenta cómo llegó su padre a dar con esta fórmula: “Descubrió en ellas [en las revistas de mi madre] las recetas de cocina, intentó comprenderlas, no lo logró, pidió papel y lápiz y formuló, puede que por primera vez en la historia, una nueva manera de redactarlas: ‘el paso a paso’. La fórmula era sencilla: todas las operaciones debían estar en estricto orden cronológico; cada operación debía terminar con un punto y aparte”.
Entre las experiencias que narra en este volumen, se encuentra la que hace referencia a su paso por las diferentes ediciones de la feria de Frankfurt: “Un personaje desde hace algunos años habitué de la feria es el yuppy. Puede ser consejero delegado, director administrativo o asesor legal, el hecho es que no ama necesariamente los libros, su única lectura asidua es la de la cuenta de explotación. […] Para el yuppy la feria no ofrece en definitiva ningún interés. Al contrario: solo le sirve para luego, de regreso en la empresa, dar ejemplos de lo que se le antoja editoriales y grupos que funcionan mejor, y acicatear a los editores de su empresa agitando flamantes líneas literarias que ‘habría que estudiar’, ‘que explorar’. Mientras dura la feria, el yuppy suele aburrirse como se aburren los editores que se aburren”.
Con cierto grado de nostalgia asegura que la feria no es lo que era en su comienzo, sostiene que los temas han cambiado y que “ya no son los libros sino las ‘operaciones’, los negocios que marean y la adquisición de un gran grupo por otro”.
“No tengo idea de por qué este libro se vende tanto. No tengo idea de por qué cualquier best seller se vende tanto. No tengo idea de por qué otros libros no se venden. No tengo idea de por qué alguien compra un libro, el que sea. Me sorprende cuando soy testigo de un acto tan noble. Un best seller aporta mucho dinero a una editorial. Sería fatal creer que un best seller puede mantener a flote una editorial para siempre”, explica Muchnik, quien, con su trayectoria y experiencia todavía no puede explicarse cómo funciona la mente de los lectores.

Como última reflexión, una frase que puede aplicarse en diferentes aspectos del ámbito editorial, y por qué no, de la vida: “La prudencia es la madre de todas las virtudes; el exceso de prudencia puede ser la madre de todas las derrotas”.

domingo, 19 de octubre de 2014

Resistencia italiana, nacimiento de editoriales

Giulio Einaudi nació en Turín en 1912. Su editorial fue fundada en 1933 en plena época de ascenso del fascismo italiano. Einaudi editora publicó a grandes autores como Leone Guinzburg, Cesare Pavese, Ítalo Calvino y Antonio Gramsci, entre otros.


En su libro Fragmentos de memoria cuenta cómo pudo seguir adelante con la editorial en la era fascista europea: “La cárcel nos perjudicó a todos. Se hizo cada vez más difícil trabajar, satisfacer las expectativas de los lectores, únicos garantes de la supervivencia de la editorial. […] Vuelto Pavese del confinamientos, reanudados los contactos con Leone Guinzburg, la editorial entró en una fase más rica en iniciativas”. “Tras las primeras incursiones aéreas alquilábamos un almacén subterráneo en via Roma, no a prueba de bombas, pero indudablemente más seguro. A medida que las incursiones se intensificaron, trasladamos gran parte de los libros a depósitos periféricos. Durante todo el período de la guerra llevábamos cada noche los manuscritos, las máquinas de escribir, así como los documentos del día al sótano refugio donde ya estaba guardado el archivo. Un responsable por turno, debía dormir en la sala de la redacción”, relata Einaudi los peores momentos de la editorial en la década del 40.
Si bien en su génesis Einaudi editora fue “golpeada” por reveses relacionados a la coyuntura política, también sufrió los avatares de empezar un nuevo proyecto en esas circunstancias: “Al comienzo la editorial se sostenía con la financiación de amigos y sobre todo con el apoyo de los lectores y con una contención del desarrollo. Después de la guerra la transformación de la Einaudi de empresa individual en sociedad anónima se perfiló como paso obligado”. En ese mismo apartado, Einaudi cuenta un intercambio de cartas con su padre en que le pregunta acerca de la incorporación de capital externo. En estos relatos se expresa la preocupación por el riesgo de agregar personas por fuera de la editorial: “Se realizaron algunos intentos de obtener una afluencia mayor de capitales, pero siempre se tropezaba con el temor a interferencias externas a la línea editorial, rica en debates internos, pero celosa de su propia autonomía. Y entre las influencias externas debíamos considerar también el mercado: nosotros, quizá con soberbia, no lo seguíamos, sino que pretendíamos avanzarnos a él, intentando identificar las necesidades futuras de la gente”.

Como último fragmento importante, destaco el que reflexiona sobre qué hacer cuando un libro no te dice nada: 
“Si aquel libro ya no te dice nada, ¿para qué conservarlo? Este coraje de la eliminación es un coraje que sin embargo se ha despertado con el tiempo, y se ha despertado incluso respecto a los libros publicados por mí, en los que, en su momento, había creído. Y no pocas veces, en esta diezma de los libros de la biblioteca, han caído algunas cabezas de autores de Einaudi, porque si uno ama los libros no puede dejar de ser ante ellos un juez inflexible y severo. Ahora bien, el arte de la eliminación debe contener en sí, debe implicar, su opuesto: el arte sosegado y juicioso del saber elegir y conservar”. 

lunes, 13 de octubre de 2014

Autor, autoría y autoridad

Los autores David Finkelstein y Alistar McCleery intentan indagar en la historia del libro (Introducción a la historia del libro, Paidós, 2014). Tamaña tarea no es fácil de abarcar, pero de alguna manera logran desarmar cada etapa desde distintos enfoques.
En esta ocasión exploraremos el capítulo “Autores, autoría y autoridad” que hace un recorrido histórico para demostrar la relación entre cada una de estas poblaciones según la época y la tecnologías que iban surgiendo.


Era monástica: la Iglesia era quien tenía la autoridad ya que era la institución que tenía las personas capacitadas para editar y controla aquello que se podía escribir (la línea ideológico de lo que se escribe).
Entre los actores representativos de esta época, San Buenaventura realiza una clasificación de acuerdo a qué tanto se interviene en un texto. Diferencia entre:
Escriba (quien transcribe un manuscrito de otro, hace copias)
Compilador (une textos de otros en un tomo)
Comentarista (agrega un comentario personal a los textos de otro, siendo estos mayoría)
Autor (mayoría de producción zpropia)


En aquel momento histórico había además iluminadores (ilustradores), rubricadores y copistas.
Debido al surgimiento de las universidades, crecieron las bibliotecas y, por ende, los lectores, quienes alquilaban los manuscritos o iban a los distintos recintos a copiar la información que necesitaban. Acompañando este crecimiento, surgieron diferentes géneros por fuera de la Iglesia.


Edad media: surge la figura del mecenazgo. Los mecenas encargaban los originales a los patrocinados autores para la corte a cambio de regalos materiales, honor y estatus. Esto generó una pérdida de autoridad del autor, ya que al encargarse temas puntuales para su escritura, se pierde el sentido creativo. De todas maneras, existían autores que escribían por fuera de la corte, creando así un circuito paralelo.
Este sistema de mecenazgo tenía una posibilidad de cercanía con el público lector y no dejaba al libro librado al endeble gusto del “público popular” (Raymond Williams).


Renacimiento: con el surgimiento de la imprenta vino el aumento del público y de la variedad de géneros de escritura. Surge la figura del editor, casi como lo conocemos hoy en día.


Patrocinio: el autor es el responsable de su libro y es su dueño. Comienza a preocupar el tema de autoría y el derecho de autor, por lo que se establece el Copyright que simboliza el derecho a escribir. Surge el sistema de anticipos a autores y de regalías, así como los derechos temporarios por edición o por tirada. Se empieza a experimentar con las novelas por parte y por suscripción, además del sistema de riesgo compartido en el que autor y editor pagaban la edición a medias para evitar grandes pérdidas monetarias.


Era industrial: aumento de los medios de comunicación que sirve para lograr una mejor difusión de los libros, lo que sirve para que la industria editorial se empiece a ver, justamente, como una industria. Proliferaron las editoriales generales y específicas para satisfacer las necesidades de los nuevos lectores burgueses que consumían en cantidad y generaban un ingreso sostenido en las editoriales. Estos progresos, sumados a los avances en la tecnología, hicieron que la impresión de los libros sea más barata. La edición se convirtió en un oficio. Surge, a su vez, la imagen del agente literario que negocia los derechos del autor en cuanto a tirada pero también en cuanto a difusión de su obra. El aumento de los medios de comunicación ayudó al desarrollo del marketing y las estrategias de venta. Estas herramientas fueron usadas para la promoción de los libros junto con las giras promocionales, las lecturas y las firmas de ejemplares.

Hasta aquí la historia de la autoría para estos autores. Luego de esta descripción de las etapas, viene un apartado con las teorías literarias que fueron surgiendo en torno a la figura del autor. Faltaría incorporar una exploración detallada sobre esta última época, la era digital en la que la figura del autor cambia completamente y en la que el debate sobre los derechos del autor está en boga.