Con el
libro Informes de lectura cartas a
Montale (Bestia equilátera, 2012) de Roberto Bazlen, se puede ver una
figura imprescindible en la actividad editorial: el lector profesional.
Este
personaje es parte importante en la decisión de publicar o no un libro. Opina,
argumenta, aporta información y una visión externa a la editorial. Un lector
profesional no forma parte del esquema estable de una casa editora, es
convocado para leer libros particulares que estén dentro de su campo de interés
o de conocimiento. El lector lee y luego elabora un informe de lectura. Luego
el editor con todo el material recopilado toma la decisión de editar o no el
libro.
El lector
puede sugerir cambios en la forma de escritura, en la estructura, en la propuesta
de venta y difusión. Puede proponer títulos, organización, temas para agregar,
etc. El editor puede no hacerle caso a este lector, pero seguro que toma en
cuenta todos sus comentarios, ya que este lector es especializado y conoce
sobre el campo de trabajo o se mueve en el mismo ambiente que el público
lector.
En el caso
de Bazlen, se puede ver cómo argumentaba, su inteligencia a la hora de cada
sugerencia. Sabía mucho de libros y de la industria editorial en general.
Opinaba sobre novelas, libros de divulgación, ensayos, entre otros. En el
informe sobre el libro El hombre sin
atributos de Musil argumentaba: “En cuanto al nivel, es indiscutible y (a
pesar de los reparos que haré más adelante y a otros, innumerables, que podrían
hacérsele) merece publicarse con los ojos cerrados. […] Es muy discutible, en
cambio desde el punto de vista editorial-comercial. Aquí debo hacer de abogado
del diablo. Y como abogado del diablo, tengo cuatro argumentos. La novela es:
1) demasiado larga; 2) demasiado fragmentaria; 3) demasiado lenta; 4) demasiado
austríaca”. Para cada uno de estos ítems
citados da una larga explicación y una posible solución.
Me llamó la
atención la honestidad brutal y despiadada con la que criticaba
desfavorablemente un libro como La
estructura de las revoluciones científicas de Kuhn, ya que hay que tener
muchos conocimientos para opinar sobre un libro de divulgación científica.
Bazlen decía al comienzo de su informe: “Lo había descartado apenas abierto
cuando me di cuenta de que lo tenían en estudio, por lo cual me pareció
apropiado ponerme a leerlo con empeño y las mejores intenciones, para
convencerme de que había hecho muy bien en descartarlo con tanta urgencia y
para no entender las razones que pueden haber inducido a cualquiera de nosotros
a no haber hecho lo mismo de inmediato”, y agregó: “Ahora bien, que un
norteamericanito intente divulgar esta revelación suya para hacerse condenar a
la esterilización mediante las grants
de alguna foundation y la enseñanza
en algún college, es un hecho que
desgraciadamente no puedo impedir y que deploro. Pero que implícitamente tenga
la pretensión casi arrogante de enseñar algo a alguien que no haya muerto antes
de 1914, es de una ingenuidad tan ofensiva que ya sería ahora, finalmente, de
empuñar el látigo para echar a toda esta chusma del templo. Al menos nos
protegeríamos del aburrimiento”.
Está claro
que el oficio de lector profesional no solo necesita conocimientos y mucha
lectura. Principalmente el ingrediente necesario es la visión editorial, esta
visión que permite determinar si el original está bien escrito y estructurado,
si es pertinente al público, entre otras cosas.
Cuando este
lector lee un original para edición tiene que tener en cuenta tres criterios
imprescindibles: calidad (de escritura), pertinencia (con la
línea editorial y el público) y viabilidad (posibilidades concretas
de publicación. Si estas tres condiciones no se cumplen, el original no llegará
a ser un libro…
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